Hoy solo soy una persona que ha perdido un trozo de sí misma. Ni siquiera soy la más adecuada para hablar, porque la conocí cuando nuestras vidas ya llevaban mucho recorrido, la mía, por viejo, más que la suya. Por eso, lo que sé de ella es parcial. Pero si me atrevo a hablar desde aquí, es porque así me lo han pedido y lo han decidido sus hijas y algunos de sus amigos, los que tuvimos la desdicha de unirnos el sábado por la tarde en el hospital de San Juan, con el impacto fuerte de la primera noticia, la que ninguno queríamos oír. En esta situación, he procurado tener presente su mirada, lo que hemos vivido juntos y lo que siento ahora, además de la pena por no tenerla a mi lado como tantas otras veces desde hace tantos años.
La conocí en Tabarca, su Tabarca. Hacerse amigo suyo era fácil. Era generosa con sus amigos, pero también exigente; no se callaba una opinión si lo que oía no le parecía aceptable. Era una de las personas menos influenciables que he conocido. Tenía un criterio claro e independiente que ella se había formado, y despreciaba los dogmas. Se reía a carcajadas cuando no estaba de acuerdo con algo, y en lugar de enfadarse afirmaba lo contrario de lo que se le estaba diciendo, o sin más cambiaba de tema, pero dejando claro su desacuerdo.
Una de las cosas que más ilusión le hacían era ser concejal de su pueblo, y lo consiguió. Ha trabajado con ganas y cariño en todo lo que se le ha puesto por delante, luchando por lo que creía más justo. En este tiempo ha sido mi compañera, mi escudo, mi refugio, mi alegría, mi consuelo en los momentos más difíciles. Me he aprovechado de su fuerza, de su simpatía, de su sentido común, de su experiencia. Ha estado pendiente de los asuntos que eran de su competencia en el ayuntamiento hasta el último momento, y cuando no pudo venir nos llamaba por teléfono, o por correo, y se interesaba por lo que había dejado pendientes, preocupada por que su punto de vista se defendiera hasta el final.
En su Tabarca, su casa era de todos. No le negaba alojamiento a nadie. Era la casa más compartida y mejor utilizada, su verdadera casa, donde a ella le hubiera gustado vivir para siempre, y donde más relajada y feliz se la veía. Muchísimas personas hemos dormido o pasado días en la calle Génova de Tabarca, disfrutando de su hospitalidad generosa. Creo que, después de ser concejala de su pueblo, o con la misma intensidad, lo que más le hubiera gustado es ser alcaldesa de Tabarca. Especulábamos sobre las posibilidades que tenía de conseguirlo, que eran mínimas, al no pertenecer a ningún partido grande, ya que es un puesto designado directamente por el alcalde o alcaldesa de Alicante, pero era una institución en la isla, y seguro que allí se la añorará y recordará con fuerza.
Le gustaba viajar cuando podía, ver paisajes y ciudades nuevos, conocer gentes distintas. Era una gran amante del arte, tenía muy buen gusto para la pintura y apreciaba lo mejor de los museos que ha tenido ocasión de visitar. Era una persona de mentalidad abierta, receptiva, con unas ganas de vivir que le supusieron salir delante de las circunstancias más difíciles. Ha sido una de las primeras empresarias del pueblo en un oficio tradicionalmente masculino, como es el de los materiales de la construcción. Aguantó a pie firme, hasta que ya no le fue posible seguir, con un negocio que los avatares económicos ahogaban y no le permitían ni siquiera subsistir. Ha compartido o cedido lo que ella tenía a los más necesitados sin dudar ni un instante. Sus ganas de vivir le han supuesto comerse el mundo, aguantar chaparrones a pie firme, dejar la puerta abierta de su casa a todos, sacar adelante a su familia, estar en las asociaciones del pueblo, encabezando su comunidad de vecinos, aprendiéndose leyes, reglamentos o lo que hiciera falta para defender los intereses de sus vecinos, sus ideales y sus puntos de vista.
Hoy, nos deja un poco huérfanos a todos. Ahora viene por fin el otoño con sus nieblas, y ya nadie podrá mirar sus ojos. Se nos va ahora por el aire: recordaré siempre su elegancia, su generosidad, sus ganas de vivir, su sinceridad, su discreción. También se mueren los mejores. Se va por aquella senda clara por donde se van siempre los más necesarios, pidiéndonos que le hagamos aquel duelo del poeta de labores y esperanzas, y que sigamos trabajando por mejorar este mundo. Que hagamos sonar los yunques machadianos del trabajo, no las campanas de la lamentación. Y que vivamos, porque la vida sigue y las sombras que hoy nos entristecen, inexorablemente, pasan.
Adiós, María Jesús, amiga. Siempre te llevaré en mi memoria.
Fede Zaragoza. Portavoz de Compromís per Santa Pola.